Columna de opinión en el periódico El Heraldo escrita por Cesar Lorduy. Fecha de publicación: 30 de abril de 2016.

Hubiera preferido escribir sobre Valledupar, su crecimiento exponencial y las maravillosas virtudes de su gente, sus acordeoneros y cantores que hasta hoy se reúnen para una competencia o una parranda más, en esta oportunidad en honor a Emiliano y Poncho Zuleta.

Me hubiera gustado hablar de Julio Oñate, sus libros e historias sobre el vallenato y de lo bello que es escuchar, con lágrimas o con un Old Parr, Ausencia Sentimental, de Rafael Manjarrez, en la voz de Silvio Brito.

Pero la gravedad sobre lo que puede suceder en la zona portuaria de Barranquilla me devuelve y, como en un círculo vicioso, debo señalar hechos y advertir amenazas que, de no resolverse, impactarán a la ciudad.

Desde que se firmó en 2014 el Contrato APP 001 entre Navelena y Cormagdalena hemos hecho fuerza para que este salga adelante, “sin perjuicio de la posibilidad de las modificaciones que a futuro se adopten” y que ahora se requieren, sin afectar su contenido: recuperar la navegabilidad en el río Magdalena.

Hacemos votos para que de la sentencia expedida en Brasil contra Marcelo Odebrecht –mintransporte la espera desde el 8 de marzo– no se deriven hechos que sean objeto de la ley anticorrupción o de la que regula la responsabilidad de las personas jurídicas por soborno, interpretadas por el Consejo de Estado en concepto de agosto 6 de 2015.

Esperamos que se logre el cierre financiero del contrato para que no declaren su caducidad, pues hoy Cormagdalena no tiene la capacidad de atender la zona portuaria de Barranquilla a pesar de los esfuerzos de la Dimar, y se necesita que se resuelva el riesgo para la entrada y salida de buques, ya que las batimetrías de Navelena no se hacen de orilla a orilla y no están avaladas por la interventoría.  Navelena, amparada en el contrato –eso hay que cambiarlo–, ha reducido el dragado del canal de acceso de 300 metros de ancho a solo 150, corriéndose el riesgo de que al subirse el caudal con las próximas lluvias esos 150 mts no sean suficientes para maniobrar los buques y, en consecuencia, tengamos un calado de máximo 9 mts, en vez de los 10 actuales, mientras Cartagena y Buenaventura tienen calados promedios entre 12 y 15 mts.

Sin serlo, Navelena se ha convertido en autoridad portuaria y alguien se lo está permitiendo. Bajo el pretexto de garantizar el contrato, se les ha permitido estrechar el canal y esto puede restringir la entrada de buques con mayor eslora. Además, impiden dragar la zona de maniobra de los muelles y obligan a que estas operaciones se hagan con sobrecostos, “derogando” todas las autorizaciones legales existentes.

Otro absurdo es que no está obligada a hacer estudios de vientos ni de corrientes, y menos a dragar las zonas de giro y fondeo, expuestas a sedimentarse. Pero tampoco ha definido con el mintransporte ni con Cormagdalena el dragado del Km 0 a -2, el área más delicada de nuestro puerto.

Este contrato debe continuar para bien del país, el río y la ciudad, pero no para que sea el principal obstáculo de la competitividad de Barranquilla y su puerto.

Link a columna de opinión: https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/libre-competencia-256406

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