Columna de opinión en el periódico El Heraldo escrita por Cesar Lorduy. Fecha de publicación: 3 de noviembre de 2016.

Según la Nasa, al sol aún le quedan 6.500 millones años de vida. Cada hora, este arroja energía sobre la Tierra, en forma de luz y calor, suficiente para satisfacer las necesidades globales de un año completo.

El sol produce dos tipos de energía: la solar, que es la generada por la luz –energía fotovoltaica–, y la producida por el calor, –termosolar–, ambas renovables y no contaminantes, que reducen el uso de combustibles fósiles y las importaciones energéticas; pero además es modular y de fácil adaptación a diferentes situaciones geográficas y de distancias.

Además de esas ventajas, hay que sumar, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la rápida reducción del costo de los módulos fotovoltaicos, lo que ha permitido ver nuevas perspectivas para utilizar la energía solar como una gran fuente de electricidad en los próximos años y décadas.

Para aprovechar tamaña fuente de energía muchos países de América Latina, para no ir muy lejos, tienen en la energía solar una parte de su canasta energética, que todos los días aumenta en participación. Solo como ejemplo: Argentina acaba de adjudicar 30 nuevos proyectos; Chile construirá dos plantas más en el desierto de Atacama y acaba de inaugurar una en El Romero, que, según los constructores, es la más grande de este tipo en Suramérica; Perú inicia la construcción de otra planta solar en la región de Moquegua, y hasta Guatemala, desde 2014, tiene una que en su momento fue considerada la más grande de Centroamérica.

En Colombia, están registrados ante la Unidad de Planeación Minero Energética, Upme, con amplias posibilidades de ser realizados, 110 proyectos para generar 997 MW a partir de la luz solar y uno para producir 50 MW geotérmicos, 45 de los cuales, con una capacidad para 684 MW a partir de luz solar, se harían en la Región Caribe, zona que, de acuerdo con todas las evaluaciones, reúne las mejores condiciones para el crecimiento de esta industria, tal como lo refleja el Atlas Climatológico, Radiación y de Viento elaborados por el Ideam y la misma Upme.

Adicional a lo anterior, están en marcha proyectos empresariales puntuales y soluciones domésticas, pero todavía hay elementos regulatorios que hacen falta, ya que desde mayo de 2014, cuando que fue aprobada la Ley 1715 por la cual se establece un marco jurídico para incentivar y promover las energías no convencionales en el país, los generadores e inversionistas están esperando señales que permitan resolver, de una vez por todas, muchos de los problemas que han impedido que estos proyectos se definan rápidamente, entre los cuales están los tiempos que se demoran los permisos, la redefinición del modelo que hoy les obliga a garantizar energía en firme y mejores condiciones de contratación a largo plazo.

Pero además se debe acelerar la viabilidad de desarrollar la energía solar como fuente de autogeneración para los estratos 1, 2 y 3 como alternativa al subsidio existente para el consumo de electricidad de estos usuarios, a los que ojalá, ni a ellos ni a los demás, se les imponga lo que en algunos países de Europa llaman el Impuesto al Sol, que no es más que pagar un 15% más en el impuesto municipal de la vivienda, o seguir pagando de la misma forma que cualquier consumidor estándar que no disponga de paneles solares en su domicilio, por el solo hecho de tener una conexión a la red eléctrica como respaldo.

Link a columna de opinión: https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/no-al-impuesto-al-sol-308050

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