Tras la polémica que se ha desatado por un comparendo de más de 883.000 pesos por comprar una empanada en la calle a Stiven Claros, en Bogotá, el Representante a la Cámara, Cesar Lorduy escribió en su perfil de Twitter que los pasabocas son “delicias de la vida, y que en vez de ser objeto de una sanción, sus vendedores deben ser destinatarios de una felicitación”.
Tomado de El Heraldo: https://www.elheraldo.co/barranquilla/en-video-hey-cuanto-la-empanada-con-multa-598137
“Hey, ¿a cuánto la empanada con multa?”
A plena luz del día, como lo han hecho siempre, los comensales disfrutan del suero, el picante y el guacamole que le agregan a las empanadas, arepas y carimañolas que compran en los puestos que ya, por referencia o tradición, conocen y recomiendan.
Desde bien temprano en la mañana, cuando comienza el tráfico de fritos en Barranquilla, miles de peatones y conductores se detienen un par de minutos frente a centenares de vitrinas que protegen, como cajas fuertes, aquel tesoro currambero.
De lunes a domingo, ya sea por no haber desayunado o por matar un antojo, los transeúntes de la ciudad se deleitan con los manjares callejeros de toda la vida. El comerciante, que conoce a su comprador desde hace años, lo sigue amañando con la ‘ñapa’ y el comprador, risueño, conversa con quienes también se acercan a consumir.
La multa
Después de que se conociera que un joven en Bogotá recibió una multa de $833.000 por comprar una empanada en la calle, en las esquinas de Barranquilla la advertencia es una sola: “Cuidado me multan por estar comiendo empanadas”.
Sobre el suceso que ocurrió el pasado viernes, la Policía Metropolitana de Bogotá, en un comunicado, aclara que uniformados se encontraban realizando un procedimiento de control al espacio público, en cumplimiento a un fallo de tutela contra la Alcaldía local de Barrios Unidos, en la capital, que presentó la comunidad del sector en busca de retirar los puestos de ventas ambulantes.
Las autoridades explican que en medio del operativo cinco ciudadanos llegaron a consumir en el puesto de comidas del hombre “involucrado en la tutela” y “se les advirtió” del procedimiento para que se abstuvieran de comprar.
Lo anterior –resalta la Policía– es “teniendo en cuenta que esta actividad promueve o facilita el uso indebido del espacio público, de acuerdo con el artículo 140, numeral 06 de la Ley 1801 de 2016, Código Nacional de Policía y Convivencia”.
Los comerciantes
Los vendedores, quienes llevan años comercializando la apetecida mercancía, se ríen y disfrutan de la situación, pero no ocultan su preocupación. “Es inadmisible que algo así pase”, cuenta Martín Trejos, propietario del Palacio del Patacón, en el norte de Barranquilla.
“Todo el mundo, desde la Policía hasta los famosos, vienen a comerse sus fritos. Si esa medida se impusiera aquí en Barranquilla acabarían con nuestra cultura e idiosincrasia”, dice. En su negocio, en el que lleva 20 años, ha vendido empanadas, arepas y patacones a toda clase de personajes “de las clases más altas y bajas”, asegura.
“Este es un país libre y la gente tiene derecho a comer en la calle. No entiendo cómo es posible que uno tenga que ir a un centro comercial y pagar más caro, cuando acá (en su puesto de comida rápida) se vende a mejor precio”, cuenta Besaida Gamero, quien lleva 38 años vendiendo fritos en el centro de Barranquilla.
Para otros de los vendedores, el puesto de comida rápida es el único sustento que han encontrado para mantener a sus familias, y aseguran que de haber encontrado un empleo, “no estarían vendiendo en la calle”.
“Yo entiendo a la Policía porque tienen que cuidar el espacio público, pero si yo consiguiera trabajo no estuviera aquí vendiendo. Esto es muy duro, toca aguantar sol y levantarse desde las tres de la mañana.
Ojalá el Gobierno nos ayudara con algo, así sea para organizarnos”, sostiene Leonardo Salas, vendedor ambulante desde hace 48 años.
Comensales
Los consumidores se tomaron el tema con tranquilidad, pero, entre risas, también dejaron entrever su molestia por lo sucedido. “Son medidas que no tienen en cuenta el componente sociológico de las comunidades. Antes de implementar esos códigos deberían fijarse en el común de la gente y ver cómo viven”, dice Sofía Herrera, comensal. “Comer fritos es parte de nuestra cultura costeña”, añade.
“En lo personal siento que es una exageración cobrar una multa tan alta por comprar una empanada en la calle”, manifiesta Ezequiel Cuesta. “Entiendo que desde el punto normativo deba ser así, pero es que costeño que no coma en la calle no es costeño”, dice entre risas.
Críticas en redes
Así mismo, el exministro de Vivienda Jaime Pumarejo se pronunció en contra de lo sucedido. “Cuando la Policía impone una multa de $800 mil por comprar una empanada en la calle, el Estado se desdibuja, pierde su norte y olvida que su misión es proteger y servir”, trinó.
Entre tanto, César Lorduy, representante a la Cámara por el Atlántico, escribió el Twitter que son “delicias de la vida, que en vez de ser objeto de una sanción, mas bien deben ser destinatarios de una felicitación”.
Delicias de la vida, que en vez de ser objeto de una sanción, mas bien deben ser destinatarios de una felicitación. #Empanadaton @elheraldoco @AtlanticoEmi pic.twitter.com/GtspZzeJ9B
— César Lorduy (@clorduy) February 16, 2019
El debate
Medida extrema
El comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, general Mariano Botero Coy, expresa que “en la aplicación, la medida fue extrema. Hay que analizarlo, pero pedimos a las personas que, con respecto a los alimentos que consumen en la calle, revisen los estándares de salud antes de comprar”.
“Aquí no es cuestión del Código de Policía, sino también de quererse a uno mismo. Jocosamente pasó lo de la empanada, pero el documento está generando que se vuelva a la formalidad y a la seguridad”, agrega.
Al preguntársele cuál ha sido la instrucción que entregó a sus hombres, el general Botero asegura que les ha pedido “hacer llamados de atención a los ciudadanos, para involucrarlos en el cuidado de su salud”.
Uno de los agentes de Policía que patrullaba el centro de Barranquilla afirma que “nunca se le ha pasado por la cabeza multar a alguien por comerse una empanada” y niega “haber recibido instrucciones de hacerlo”. “Toda la situación es un malentendido, hasta yo voy a los puestos callejeros a comprar comida. Eso hace parte del día a día”, manifiesta.
Otro de los uniformados que patrullaba la carrera 52 se mostró en desacuerdo con lo que dice el Código, pero aclaró que “la ciudadanía no se puede apropiar del espacio público para montar puestos comerciales”. “En sí, no está mal que la gente se coma una empanada en la calle, pero están apoyando la ilegalidad que marca el documento. Es como si compraran un celular robado”, explica.