Cesar Lorduy es una de esas aves raras que sobrevuelan en los picos más alto de la montaña, y de repente bajan a lo llano a tratar de cambiar el rumbo equivocado de las otras especies.

Cuando se le pregunta por qué deja su vida activa como catedrático y dirigente gremial para ir a un Capitolio desprestigiado, responde: “es que quiero ser parte del cambio que necesita el Congreso».

No es cualquier pintado en la pared. Es un luchador neto. Forjado a pulso, con entereza y buenas costumbres. Sobrevivió  analizando obras literarias. Nada menos. Eso le enseñó dos cosas: la tragicomedia del ser humano, reflejada en los personajes de ficción que pertenecen a una realidad cotidiana, y la mirada al mundo desde lo más alto de un otero para comprender con meridiana claridad que el mundo es ancho y hermoso, como para quedarse anclado en un rincón cuando se pueden hacer tantas cosas.

Para él es un reto y una oportunidad estupenda poder llegar al Congreso de la República en momentos en que ese importante órgano del poder público se encuentra tan desprestigiado y totalmente ajeno a su razón de ser: el poder legislativo y el responsable del control político. Tareas que no cumple por la corrupción que lo ha convertido en un cascarón vacío por dentro.

Él quiere estar ahora ahí, cuando están dadas todas las condiciones para que el Congreso cambie o merezca ser clausurado. Como esto último es un imposible en una democracia viable, Cesar Lorduy quiere ser protagonista de esos cambios.

Cesar Lorduy Maldonado nació en Barranquilla y estudió  su  primaria en la Escuela de la Fundación Andi. Que, como su nombre lo indica, era una obra filantrópica de un importante sector gremial: la Asociación Nacional de Industriales (Andi).

Un luchador de aspiraciones

“Es una escuela pública, que actualmente pertenece al Distrito de Barranquilla. Tuve el honor de haber sido el único egresado de esa institución educativa en ser posteriormente miembro de la junta directiva de la Andi, sin duda uno de los grandes privilegios que me ha dado la vida”, reconoce Cesar Lorduy, abogado e importante dirigente gremial multifacético.

Desde cuando tuvo  uso de razón tenía sueños en la vida, pese a que  vivía en la pobreza absoluta porque  sus padres no tuvieron las condiciones económicas para brindarle una mejor calidad de vida.

“La primera vez que alguien me preguntó qué quería ser en la vida, fue en la Institución Educativa Fundación Andi. Yo cursaba cuarto de primaria, cuando  la profesora Olivia de Serpa me preguntó  qué quería ser cuando fuera grande.. Le respondí  sin pensarlo dos veces: ‘Presidente de la República’. Eso jamás se me olvida”, recuerda este peculiar personaje de la cotidianidad barranquillera. Y él la representa a plenitud, descomplicado, pelo largo y suelto, de fácil conversación y ese modus vivendi de la bacanería refinada.

Cuando comenzó a estudiar bachillerato en el Colegio Barranquilla para Varones, se le comenzó a cumplir su sueño de ser presidente. Fue presidente  del  Consejo Estudiantil del Colegio Barranquilla…Presidente del Comité de Deportes… Sólo le falta ser presidente de la República…

 “Come libros”

Desde cuando estudiaba primaria, el periódico El Heraldo se convirtió para Cesar Lorduy en la   fuente de lectura y la  fuente de inspiración para todos sus sueños de  vida.

Su afortunado paso por el Colegio Barranquilla para varones  fue determinante para ser un gran lector de libros, lo cual sería su invaluable herramienta  para poder sobrevivir.

“Una experiencia de vida inolvidable fue cuando estudié el bachillerato. En esa época para referenciar a los mejores estudiantes el termómetro era quién había leído más libro… por lo tanto la competencia era fuerte en materia de lecturabilidad.

“Yo leía los libros que me tocaban a mí y además los de otros cursos, porque mis amigos descubrieron mi  pasión por la lectura y yo les  hacía  los análisis de las obras literarias. Se convirtió en mi fuente de ingresos.  Recuerdo, por ejemplo, que determinado profesor mandaba a leer ‘La María’, de Jorge Isaac, o la incomparable ‘Ilíada’ o la ‘Odisea’, de Homero. Yo les hacía los trabajos a máquina de escribir.. Me tocaba hacer el análisis  del personaje principal, los personajes secundarios, espacio, tiempo.

“Además leí muchas obras de escritores latinoamericanos entre ellos Gabriel García Márquez  y el peruano Mario Vargas Llosa. También me tocó leer  otras de autores de izquierda como Karl Mark y Federico Hegel. Yo cobraba por cada trabajo porque mis padres eran muy pobres”, reseña Cesar Lorduy, quien  le tocó comer buen libro para estudiar y sobrevivir.

Cuando Cesar terminó el bachillerato tenía claro que estudiaría Ingeniería Mecánica, no por convicción sino porque era la profesión más solicitada en el mercado laboral de la época.

“Terminé bachillerato y mi principal  sueño era estudiar en la universidad de Sorbona. la pobreza me hizo aterrizar a la realidad por lo que logré una beca en la Universidad del Norte para estudiar Ingeniería Mecánica, no porque fuera mi pasión, ni porque me lo dijera mi perfil profesional sino porque era la oferta de trabajo que había para esa época a través de la empresa, Morrison Knudsen que al final construyó Intercor.

“En el segundo semestre, reflexioné sobre el error que estaba cometiendo de estudiar  una  carrera que no era mi pasión. Cambié de carrera.. De Ingeniería Mecánica pasé a Derecho, por sugerencia de una sicóloga que me hizo un análisis profesional.

“Pasé de la Universidad del Norte a la Corporación Universitaria de la Costa.. Gracias a una beca, de lo contrario era imposible de acceder a una universidad privada, ya  que la Universidad del Atlántico estaba en huelga. Cuando se normalizó la parte académica en la del Atlántico, de inmediato comencé a  estudiar Derecho, es decir, que  simultáneamente estudiaba la misma carrera  en las dos universidades.

“En la del Atlántico al final sólo alcancé a estudiar tercer año. Me gradué en la Corporación Universitaria de la Costa”, relata Lorduy, sobre sus periplos para estudiar una carrera profesional.

Una de las frustraciones de Cesar Lorduy es no haber  tenido tiempo en su juventud para practicar  un deporte, porque su vida se iba en leer libros para ganarse el sustento.

“Fundamentalmente por mis precarias condiciones económicas me convertí en un ratón de biblioteca.  disfrutaba leer libros… no tuve recursos económicos ni en  primaria, ni en el bachillerato, ni en la universidad…distinto a los que yo pude obtener realizando los análisis de las obras literarias…”

Un nómada

Adquirió la sabiduría de los que vienen y van por todos los sectores de la vida, compartiendo con el rico y con el pobre sin distingo alguno.

Cesar Lorduy se conoce a Barranquilla como la palma de sus manos, porque  tuvo una vida de nómada para poder capotear  la pobreza.

“En realidad me criaron mi madrina, Miriam Salom, mis amigos y más tarde me fui a vivir donde unas primas.  Perdí la cuenta de las casas de cuántos amigos viví …Fui un verdadero nómada.

“Estudié de noche en la Corporación Universitaria de la Costa. En el segundo semestre comencé a trabajar en Monómeros. Recuerdo que inicié mi vida laboral  desempolvando libros. En poco tiempo esa cantidad de libros se convirtió en una biblioteca, de la que  fui su  administrador. Esa biblioteca servía de soporte para las investigaciones de los ingenieros de Monómeros. Trabajé durante 36 años en monómeros. Empecé limpiando  libros y terminé  siendo vicepresidente de Monómeros. Últimamente ocupaba el cargo de apoderado general”, reseña Cesar Lorduy, un ejemplo de superación que gracias a su pasión por la lectura pudo superar la pobreza absoluta.

Link a nota publicada en el portal La Cháchara: https://lachachara.org/cesar-lorduy-quiere-ser-testigo-de-los-cambios-en-el-congreso/

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