Columna de opinión en el periódico El Heraldo escrita por Cesar Lorduy. Fecha de publicación: 27 de mayo de 2017.

Rubén Campo, director del Proyecto Salvavidas que es una iniciativa social de cardioprotección para Europa y Latinoamérica, afirma que tras un paro cardiaco solo se dispone de entre 5 y 10 minutos para poder salvar a una persona, tiempo insuficiente, en la mayoría de las ocasiones, para recibir atención médica adecuada si no se cuenta con un desfibrilador, lo que permitiría aumentar hasta en un 70% las probabilidades de supervivencia.

Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, el 48% de las 36 millones de defunciones (17,2 millones) que ocurrieron en 2008 obedecieron a enfermedades cardiovasculares; en 2012 esta cifra llegó a 17,5 millones de muertes. De todos esos fallecimientos, 7,4 millones fueron por enfermedad de las arterias coronarias y 6,7 por los llamados “derrames o trombosis cerebrales”.

Para la OMS, de aquí a 2030 casi 23,6 millones de personas morirán por alguna enfermedad cardiovascular, principalmente por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares, y todo indica que estas seguirán siendo la principal causa de muerte.

En Colombia, según la Sociedad Colombiana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular y datos del Ministerio de Salud, el infarto es uno de los principales asesinos, ya que por esta causa mueren al año unas 29.000 personas, lo que significa que, en promedio, cada día 80 personas fallecen por esta enfermedad. Pero, si a lo anterior le sumamos las muertes causadas por la hipertensión, la fibrilación auricular, las alteraciones de las válvulas cardíacas y las arritmias, la cifra podría ser de 60.000 personas cada año.

Por su parte, la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación ha venido manifestando que el infarto es la primera causa de muerte en la población adulta y una de las primeras 10 en la población infantil. Entre el 40% y 70% de los pacientes adultos sufren de este tipo de patología, que son las causantes del 17% de las muertes.

Varias son las causas que originan el panorama antes descrito. Al respecto, los especialistas explican muy bien que entre los factores de riesgo cardiovascular más comunes están el consumo de cigarrillo, el sedentarismo, las dietas malsanas, el sobrepeso y la obesidad, el consumo nocivo de alcohol, etc. A lo anterior ahora hay que sumarle, de acuerdo con la misma OMS, las muertes que tienen como causa la insalubridad del medio ambiente, que en 2012 causaron en el mundo 2,5 millones por accidentes cerebrovasculares y 2,3 millones por cardiopatía isquémica.

A pesar de lo anterior, un episodio de infarto es perfectamente tratable si se cuenta con una atención oportuna y adecuada, ya que cada minuto que pasa desde el inicio del paro sin que se realice una atención disminuye la probabilidad de sobrevivir entre un 7 y 10%.

Esa inicial atención, que puede salvar la vida, se brindaría si se tiene a la mano un Desfibrilador Externo Automático, tal como hoy lo ordena la Ley 1831 que a buena hora sancionó el presidente Juan Manuel Santos el pasado 2 de mayo. La norma obliga a contar con estos aparatos en todos los medios de transporte de asistencia básica o medicalizada, así como en los ambientes extrahospitalarios, espacios públicos y privados, abiertos o cerrados, permanentes o temporales, destinados a la recepción, atención, circulación o estancia de alta afluencia de público. El propósito es único: salvar vidas.

Link a columna de opinión:  https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/salvar-vidas-366337

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