Columna de opinión en el periódico El Heraldo escrita por Cesar Lorduy. Fecha de publicación: 30 de enero de 2016.

Conducir un vehículo es una fuente de riesgo para la vida y la integridad personal. Lo es para quien lo hace o para quienes pudieran sufrir alguna lesión en caso de un accidente. Por ello son necesarias las pruebas físicas o clínicas orientadas a determinar la presencia de alcohol, y en algunos casos de droga, en el cuerpo de un conductor.

También es fuente de riesgo la presencia de alcohol y/o de droga en el cuerpo de los trabajadores y creería que es mucho más riesgoso si dichas sustancias están en la sangre de directivos de empresas o gremios; miembros de juntas directivas o funcionarios de la administración pública, etc. que pueden causar tanto o más daño que el conductor de un vehículo al tomar decisiones bajos los efectos del licor o de la droga.

Enfermedades, accidentes, ausentismo, disminución de la productividad y reducción del rendimiento laboral  son algunos de los tantos efectos que origina el consumo de alcohol o droga en quienes desarrollan un trabajo. Estas dificultades se presentan en mayor o menor proporción, dependiendo de la concentración de esas sustancias en la sangre y el tipo de consumo, más las características del afectado, influenciado por factores personales, familiares y sociales, así como por la búsqueda constante de la satisfacción inmediata y el reconocimiento social.

Para evitar los efectos antes mencionados, la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio de la Protección Social han considerado legítimo que el empleador pueda mantener dispositivos que le permitan realizar pruebas a fin de evaluar, de manera frecuente, el estado de un trabajador, sin que ello signifique descartar otros elementos indicativos, como comportamiento distorsionado, falta de motricidad y coordinación, alto aliento de alcohol y cambios en la personalidad.

Si bien esas pruebas hoy en día se practican amparadas por una autorización que deberá surgir por vía del Reglamento Interno de Trabajo, no se hacen con todos los empleados y tampoco con la frecuencia deseable para preservar, incluso, la salud del propio trabajador.

Ahora bien, si el consumo habitual de alcohol y/o de droga es un problema que impacta negativamente en el trabajo, la familia, etc., también lo son los cambios que surgen en la personalidad debido al consumo de tales sustancias, ascensos laborales, ambiciones, divorcios, etc., lo cual muchas veces solo es evaluado al inicio de la relación laboral. Así como estos cambios deberían periódicamente ser controlados, hay otro muy en especial que debe ser valorado pues, según The Economist, es uno de los grandes males que afecta al mundo empresarial de hoy: el ego.

Al final la suma de alcohol, droga y ego constituyen una enfermedad que afecta hasta la salud mental del trabajador o directivo. Para superarla se requiere, además de los tratamientos médicos y psiquiátricos, el apoyo, presencia, afecto, cariño y amor de la familia, a la que esa persona solo le puede responder de la misma manera.

Link a columna de opinión: https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/alcohol-droga-y-ego-241071

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